lunes, 5 de octubre de 2009

Barcelona: ¿“Porcalona”?


El 28 de septiembre de 2009, dos pensadores comentaban la situación actual en Barcelona, uno Josep Miró Ardévol en La Vanguardia y otro, un vecino francés, Jacques Testart, en la Tribuna de Genethique. Miró Ardévol denunciaba el ocaso económico y cultural que vivimos que ha convertido nuestra ciudad “en el emporio de la prostitución, la tolerancia con la droga, el turismo de la borrachera, meada y litrona, y el turismo sexual del cruising homosexual”. Barcelona bien puede llamarse ahora “Cutrelona, Porcalona, Gaylona”...



De todas las transgresiones cívicas que vivimos es muy preocupante la prostitución. Nos acompaña desde hace muchos años en la publicidad de los periódicos permaneciendo así semiescondida. Ahora ha pasado al espacio público y a plena luz del día. La bioética no ha tratado el tema de la prostitución, tan antiguo como el aborto, y sería bueno que lo hiciera ya que detrás de ella se vulnera y esclavizan a personas que son utilizadas como meros objetos a cambio de dinero, sufren un trato inhumano siempre, aunque pueda mediar el consentimiento libre en la acción.

La prostitución vulnera muchos principios, el primero y más clásico es hacer el bien y evitar el mal. Es un mal, un daño, utilizar a las personas en beneficio propio, como si fueran objetos de consumición. Las personas no se compran, ni por unos minutos. El cuerpo humano es un cuerpo personal declarado digno e inviolable, esto es, no tiene precio, ni se puede negociar con él. Este principio rige en Convenios de Derecho y Bioética. Un ejemplo claro de este principio es la prohibición de la venta de órganos humanos, tejidos o sangre pues el cuerpo humano y sus partes no deberán ser objeto de lucro. ¿Es más digno un riñón que una joven que ofrece su cuerpo a cambio de dinero? Todo el cuerpo es personal y digno, huir de esta verdad nos lleva al tráfico de órganos y de personas, que como ocurre siempre, afecta a los más vulnerables.

El mismo día de la publicación del artículo de Miró Ardévol, Jacques Testart, Biólogo y artífice del nacimiento del primer bebé-probeta en Francia, que ahora critica las técnicas de fecundación in vitro, escribe en la Tribuna de Genethique sobre “Algunos usos del embrión”. En él, hablando sobre el diagnóstico preimplantatorio, se pregunta “cuanto tiempo resistirán las leyes de Bioética francesas a la exigencia engañosa del niño perfecto aceptada en Londres, Bruselas y Barcelona”. Desde el mundo científico, también Barcelona es un lugar puntero en el negocio con la vida, donde se diseñan niños a la carta. Aquí tienen precio los gametos, los embriones y las técnicas de selección embrionaria. El mundo lo sabe muy bien. Por ley se exoneró a los gametos en considerarlos partes del cuerpo humano y seguir así con el fructífero negocio de lo que es innegociable: las vidas humanas. La sangre no puede ser objeto de remuneración y los gametos sí. No sabemos producir sangre, ni gametos. La sangre salva vidas y persigue un fin bueno, los gametos solo sirven para producir vidas y persigue un fin que instrumentaliza vidas humanas y que llena las arcas de muchas clínicas. Por este motivo nuestras leyes no consideraron los gametos parte del cuerpo humano. Una verdadera irracionalidad.

Miró propone la renovación económica, el renacimiento cultural y la recuperación de los valores cívicos que antaño nos caracterizaron a los catalanes. Asumo como muchos catalanes esta propuesta conociendo que el camino que recorre el concepto de dignidad humana ha sufrido grandes tropiezos a lo largo de la Historia. Estos tropiezos son los que nos descubren nuevas luces sobre este concepto tan grande y del que poco sabemos: que todo hombre es digno por ser varón o mujer y como tal debe ser tratado. Ahora hemos tropezado con la banalización de la sexualidad origen de muchos de los males que nos afligen. ¿Seremos capaces de descubrir después de este enorme caos la bondad del cuerpo humano y de la sexualidad? Sería un gran primer paso.

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